El fenómeno internet (y su evolución natural) ha supuesto una revolución, no sólo ya en nuestra forma de comunicarnos, sino en los hábitos adquiridos durante cientos de generaciones. Y ha supuesto una revolución total porque, en su propia esencia, la viralización piramidal de contenidos han propiciado un exceso de información para todos los habitantes del planeta, pocos años antes, totalmente impensable.
Así pues, en un escasísimo espacio de tiempo, conviven a la vez generaciones imbuidas en la inmediatez, con otras que, muchas de las cuales, no conocieron ni el agua corriente en su infancia. Toda esta coyuntura ha supuesto un choque de intereses y la necesidad de empresas y particulares de adaptarse a la nueva realidad de forma casi inmediata. El fenómeno en si, como todos los fenómenos que han revolucionado las reglas de convivencia, conlleva aspectos muy positivos, por un lado, y por otros no tanto.
Decía Umberto Eco, en 2013, que el exceso de información no filtra el conocimiento y atasca la memoria del usuario. Y no le faltaba razón. En el uso está la clave. El alud de datos que cada día nos llegan a través de nuestros dispositivos, puede llegar a ser enormemente beneficioso si utilizamos el filtro de la utilidad. La clave está en saber qué es lo que verdaderamente nos interesa y nos va a ser útil en determinados aspectos de nuestra vida, y evitar información difusa y estéril.